El Camino de Santiago es un reflejo de la vida. De la vida no hay que esperar mucho, solo disfrutar de lo que ella cada día nos regala. Y la Ruta Jacobea nos ofrece precisamente el lugar ideal para conseguirlo. Sólo hay que recorrer cada etapa con los sentidos bien abiertos, dispuestos a captar paisajes, olores, sonidos, sensaciones… Todo ello acompañado de una buena conversación con otro peregrino, compartiendo experiencias, vivencias, motivaciones, ilusiones… Sólo hay que dar cada paso con nuestra mente bien abierta, dispuesta a que nada se nos quede atrás, vivir intensamente cada instante.
En la gran mayoría, muchos peregrinos se deciden a realizar el camino movidos por devoción al Apóstol Santiago, pero también por una espiritualidad que se manifiesta en la necesidad de saber más de uno mismo, de encontrar respuestas a preguntas y de hallar paz interior.